18/9/09

Introducción - Cartilla


La presencia de manifestaciones y de deseos sexuales en los niños, desde la más temprana infancia, fue una de las más importantes polémicas levantadas por Sigmund Freud, el Padre de psicoanalice, hace casi un siglo. ¡Imaginen el escándalo de esa tesis para la sociedad de la época! A partir de ahí los estudios sobre el tema no pararon y hoy día la educación sexual ocupa espacios en muchas escuelas y en muchas familias.


El desarrollo de la sexualidad humana empieza con el contacto físico, cuando los bebés son sujetos y acariciados. Eso es necesario y natural que ocurra. No se debe privar al bebé de contactos corporales. Es necesario reconocer al niño como ser sexuado, en relación consigo mismo y con otros, para que se construya una identidad sexual propia. La sexualidad infantil es una de las puertas por la cual el niño desarrolla su personalidad y sus relaciones con la afectividad.


La sexualidad es una cosa natural en los seres humanos, una función como tantas otras, como comer, caminar, leer, estudiar, etc. Y como tal, debe ser un tema tratado con naturalidad, honestidad, cariño, y teniendo su propio espacio dentro del proceso educacional del niño.


Los caminos que llevan al conocimiento de su propio cuerpo, de sus sensaciones, etc., no siempre son los más adecuados para los niños. Hoy día, las interferencias en este proceso de aprendizaje hacen que el niño esté, cada vez más temprano, expuesto a unas manifestaciones severas, y en muchos casos incomprensibles, de la sexualidad. El culto a la belleza, al físico y la seducción, en los medios de comunicación, no distinguen la edad de su público. Hay un abuso de las manifestaciones sexuales, al cual los niños están indiscriminadamente expuestos. Los contenidos sexuales pueden acelerar las manifestaciones de los niños en el tema de la sexualidad, considerando que ellos aprenden imitando lo que ven de sus padres, de la televisión, de bailes y ropas eróticas de moda, etc. Las malas influencias conceden nociones equivocadas y perjudiciales al niño.

De una forma general lo único que puede evitar estas malas interferencias es la familia. Son los adultos, los padres y hoy por hoy los docentes en las diferentes instituciones educativas, quienes deben ejercer el papel de filtro de las informaciones. Es necesario crear y mantener un canal abierto de comunicación con los hijos, espacios de discusión e de intervención sobre lo que es correcto y lo que no, relacionados a todos los temas, y en especial a la sexualidad. Es conveniente
vigilar muy cerca el entorno y las actividades del niño, para orientarle cuando se crea necesario. En la medida de lo posible, no se debe perder ninguna oportunidad para entablar conversación sobre sus dudas, intereses, etc.

A partir de los 2 años de edad, e incluso antes, la exploración genital por parte de los niños en su propio cuerpo es totalmente normal. Incluso la masturbación es algo que se puede detectar a la más temprana edad. Toda exploración genital está asociada al descubrimiento del placer. Desde que descubren la zona genital los niños pasan a
Conocer sensaciones placenteras, y en muchos casos, empiezan a recurrir a ellas como alivio a su tensión, a la soledad, etc.


Más tarde o más temprano tu hijo empezará a hacer preguntas sobre sexo. Algunos padres más modernos creen que cuando llegue el momento, la discusión sobre el tema será fácil, que todo será una cuestión de ponerse a hablar. Todo parece muy fácil, pero cuando llegue la hora de la charla, seguramente en la mayoría de los casos, parecerá más complicado, tratándose de niños. ¿Existe algún truco? Pues sí. El truco estar en mantenerse firme, jamás inventar o mentir, no evadirse de la pregunta, y no contestar más de lo que tu hijo pregunte. Lo ideal es hablarle de sexo en cuentagotas, es decir, a la medida de su curiosidad según la edad que tenga.


Es conveniente hablar de sexo con tu hijo desde el momento en que él empiece a conocer su cuerpo y a nombrarlo. Para los niños es muy importante que cada parte de su cuerpo tenga un nombre y no un "apodo". Si se habla de cabeza es cabeza, de mano es mano, de pene es pene, de nalga es nalga y así siempre. Evite darles otros nombres para que el niño no se sienta confundido. Otra ventaja de charlar con los hijos sobre sexo es aumentar la intimidad y la afectividad entre ambos, abrir caminos para que se pueda discutir en casa sobre todo y dar al niño la seguridad de que piense que "voy a preguntar a papá y a mamá porque ellos siempre me contestan".


He aquí algunas de las preguntas que los niños frecuentemente hacen a los padres sobre sexualidad y algunas sugerencias de respuestas:


¿Por qué soy distinto a mí hermanita?
A partir de los dos años, y en algunos casos hasta antes, los niños y niñas notarán sus diferencias al buscar conocer sus propios cuerpos. En este caso, lo mejor es decirle que un niño es distinto de una niña y que él no se preocupe porque todos los hombres son distintos de las mujeres. Para un niño pequeño esta respuesta es suficiente.


¿De donde nací yo?
Esta es una pregunta que suelen hacer los niños a partir de los cuatro años de edad. Los niños saben que las frutas vienen del mercado, que las galletas vienen del supermercado, y los juguetes de las tiendas, y por eso quieren saber de dónde han venido. En este caso, limítese a decir que él vino de los papás.


¿Por qué los niños hacen pis de pie y las niñas sentadas?
Es lo mismo que preguntar el por qué los niños cambian el pañal por los calzoncillos y las niñas por los calzoncitos. No hay mucho qué explicar. Explique el concepto de la diferencia. Que los niños y las niñas son distintos físicamente y que también se difieren en la forma de vestir. Las niñas llevan vestido, y los niños llevan más pantalones, entre otrascosas.


¿Cómo salí de dentro de su barriga?
Dependiendo de la edad que tenga el niño, la respuesta debe ser dada de una forma más o menos clara. Si el niño es muy pequeño, limítese a decir que él salió de la barriga y nada más. Pero si con eso el niño no se siente satisfecho y notas que puede entender porque ya es un poco mayor, dile que él salió por uno de los tres agujeritos que tienen
las mujeres. Uno es para salir la caquita, el otro para orinar, y el otro para salir el bebé. Con eso, seguramente, el niño se sentirá satisfecho y no te preguntará nada más.


Más importante qué responder a su hijo cuando surjan las preguntas sobre la sexualidad, es la actitud que tendrás al contestarlas. El tono de la voz, la seguridad en las informaciones, el hecho de estar o no tranquilos, todo eso es captado por el niño en forma de información.


Por otra parte, la adolescencia usualmente es caracterizada como una etapa de “crisis” en el ciclo vital humano en razón de los severos cambios anatómicos y fisiológicos que experimenta el organismo como de la “explosión” emocional que viven los adolescentes al tener que adaptarse a nuevas normas sociales (Psicología, 1987), haciendo que, después de la infancia, la adolescencia sea la etapa más vulnerable del ciclo vital (Martín & Reyes, 2003). Sin embargo, conforme se descubren, valoran y aceptan los cambios experimentados, éstos juegan un rol crucial en la vida al originar el aprendizaje de normas socialmente aceptadas y la canalización de nuevas perspectivas frente a la vida (Heaven, 2001).

Muchos de éstos cambios son de orden sexual, manifestándose en conductas, afectos y pensamientos como el aumento de la curiosidad por temas sexuales, del deseo sexual y de las sensaciones especiales que los acompañan; resultando un reto significativo integrar los cambios a su forma de vida manteniendo su estabilidad emocional (OPS & OMS, 2001). Y en efecto, a nivel público, la forma en que los adolescentes visten, hablan y pasan el tiempo libre ha variado considerablemente en los últimos años orientándose a ser lo más “sexuales” que puedan ser, tal vez debido a la gran cantidad de información de naturaleza sexual que inunda su vida cotidiana, especialmente por parte de los medios de comunicación. Esta nueva adolescencia con una fuerte presencia sexual debido a presiones sociales es graficada por Heaven (2001).


Actualmente existen prácticas emergentes representativas de este cambio en los roles sexuales y genéricos como son las fiestas en las que predomina el género musical “reggaeton” y su baile característico “el perreo”, estilizado al máximo por la industria discográfica, y la modificación corporal, por un lado las cirugías estéticas, muy populares entre adolescentes y jóvenes mujeres de todo nivel socioeconómico, y por otro los tatuajes y el piercing, que al usarse en algunas zonas del cuerpo reflejan gran erotismo y sensualidad. Estas prácticas se constituyen en códigos sociales que afianzan en los adolescentes sus procesos de identidad y median el reconocimiento y aprobación social de sus padres, asimismo son expresiones de libertad y decisión sobre el propio cuerpo altamente valoradas por ellos (Quiñones, 2000).

Diversos autores parten del hecho que los adolescentes, lejos de sentir temor ante las relaciones sexuales, las asumen como una necesidad a satisfacer en sus vidas (Arias & Aramburú, 1999; Heaven, 2001). Sobre este punto nos parece ilustrativo lo señalado por Martín & Reyes (2003): “La actividad sexual en los adolescentes se ha convertido en una norma; la mayoría considera que es necesario realizarla –como si fuera una moda-, y así tratan de buscar aceptación del grupo” (p.185)

El incremento de la fecundidad adolescente, tema ligado al comportamiento sexual, ha venido poniendo de relieve a la adolescencia ante la opinión pública desde mediados de la década del 80 (MIMDES, 2002), más aún si consideramos que la población adolescente sería el segmento de mayor crecimiento demográfico y que la tasa de fecundidad habría aumentado en ésta población y no en los grupos poblacionales (Raguz, 2001a).


Se ha señalado que la mayor liberalidad en las relaciones sexuales, el inicio sexual más temprano y el incremento del comportamiento riesgoso ocurridos en las últimas décadas se ha asociado positivamente con el aumento de los embarazos en adolescentes (OPS & OMS, 2001). De todo el espectro de la sexualidad humana, orientamos nuestro interés por el comportamiento sexual, principalmente porque esta dimensión está muy vinculada con muchos riesgos, p. e. embarazos no deseados (END), infecciones sexualmente transmitidas (ITS), incluyendo VIH/SIDA, y el aborto.


Sobre la definición de sexualidad, bastante difícil concretarla debido a la enorme complejidad del tema, es posible considerar tres ideas clave.


Primero, la sexualidad es una expresión humana amplia y circunscrita del ser humano. Sobre lo señalado existe un amplio consenso reflejado en definiciones que por un lado la vinculan con sentimientos, comunicaciones, relaciones y vivencias particulares de una persona, pero sobre todo con la capacidad expresiva, el afecto y el placer, y además la reproducción (Diccionario de Cultura Sexual, 2004; p. 19) y por otro, aunque de modo similar, se la define como una dimensión humana basada en el sexo que involucra género, identidades de sexo y género, orientación sexual, erotismo, vinculación afectiva y amor, y reproducción (OPS & AMS, 2000).


Segundo, en otra perspectiva, Katchadourian (1998) plantea que la sexualidad es “la cualidad de ser sexual, la posesión de capacidad sexual y la capacidad para los sentimientos sexuales” (p. 19-20). Esta definición sugiere tres componentes básicos: identidad (cualidad de ser sexual), comportamiento (capacidad sexual) y afecto (sentimientos sexuales). El mismo autor destaca que la sexualidad haría referencia a los aspectos mentales circunscritos a los caracteres sexuales anatómicos, fisiológicos o psicológicos de tipo primario (reproductivos) y secundario (no reproductivos), implicando algo más que sexo, función genital o coito.


Tercero, la sexualidad se construye en interacción con la sociedad. La sexualidad se ve influida fuertemente por agentes de socialización como la familia, la escuela, la iglesia, las leyes y los medios de comunicación, entre otros, mediados por el aprendizaje social que influye en el aprendizaje de comportamientos, sentimientos e ideas esperados de cada persona en razón de su sexo (Galdós, 1989).


En suma, la sexualidad es una confluencia de factores (biológicos, psicológicos, culturales, éticos, entre otros) que permite a las personas construir su identidad y establecer redes sociales y afectivas; es decir, tendría un componente intrapersonal, referido al individuo, y uno relacional o psicosocial, referido a las relaciones sociales.


Es importante diferenciar sexualidad de la categoría sexo. El término “sexo” posee una diversidad de connotaciones agrupadas en dos grandes categorías: sexo como característica biológica o de la personalidad, y sexo como comportamiento erótico (Katchadourian, 1998). A pesar de su amplitud, el término resulta inadecuado para definir los comportamientos a los que pretende hacer referencia ya que lo erótico / sexual contempla una amplia gama de aspectos, p. e. un comportamiento erótico se refiere comúnmente a la tenencia de relaciones sexuales (“practicar o tener sexo”), pero también a la masturbación, las fantasías sexuales y a los orgasmos o poluciones nocturnas (Katchadourian, 1998).

No existe criterio alguno que haga al término “sexo” unificar una amplia gama de comportamientos, por ello para lograr precisión conceptual en discusiones y documentos técnicos se ha acordado limitar el término “sexo” al plano biológico, es decir, definirlo como el conjunto de características biológicas que definen al espectro de humanos como hembras y machos (OMS & AMS, 2000). También podemos señalar que se han propuesto expresiones alternativas: “experiencias sexuales” para señalar todo lo que suceda con una connotación sexual, sea comportamiento o no (Katchadourian, 1998), “actividad o comportamiento sexual” para identificar los comportamientos de carácter erótico (OMS & AMS, 2000; Katchadourian, 1998) y “patrón sexual” para referirse a los comportamientos consistentes en el tiempo y característicos de un grupo o población (OMS & AMS, 2000).


En la infancia y la adolescencia, se desarrollan y consolidan importantes formaciones psicológicas como la concepción moral del mundo, con todo un sistema de conceptos, criterios y opiniones propias acerca de la vida y las relaciones humanas y también se profundiza el concepto de sí mismo. Es un momento propicio para contribuir a formar valores, comportamientos, actitudes sexuales, adecuada autoestima, responsabilidad e independencia” (Martín & Reyes, 2003; p. 186)


Mesa de trabajo Institucional.
Rubiel Segundo Betancourth.
María Ludivia Pineda Cardona.
Gregorio Vargas Correa.
Eulise Santanilla Ramírez.
José Ecneber Gallo Antury.
Honofre Quintero Caviche.
Carlos Elías García Montes.